2014(e)ko otsailaren 12(a), asteazkena

De Altdorf a Bögenhafen



Tras librar la épica batalla contra aquellos horribles seres del caos (con mayor o menor complicación) y encontrar ciertos documentos, nos reunimos con nuestros compañeros de viaje (quienes ni se habían dignado a levantarse de sus asientos) en los carromatos para proseguir con el viaje.
La única persona que pareció apreciar nuestra gesta fue el estudiante (aquel del libro tan interesante acerca de las sanguijuelas), que viendo las heridas que sufrió el compañero Otto, le dio un remedio para las heridas; no sé si fue una broma de mal gusto o mera mala suerte, pero la herida se infectó. Espero realmente que haya sido lo segundo, y no haber protegido a alguien que disfruta causando males a los demás.

Nos separamos de nuestros compañeros de viaje en la posta Los Siete Rayos, y proseguimos con nuestro viaje hacia Altdorf, con unos cocheros curados del alcoholismo, y con suerte, de la intención de estafar con precios abusivos a honrados viajeros, tras el ataque sufrido.

Nada más llegar a Altdorf sufrimos la inhospitalidad de los habitantes del Imperio, teniendo que pagar por la entrada a esa cloaca, además de llamar la atención a un crío que intentaba afanar nuestro dinero, muestra de la mala o nula educación que reciben los humanos en el Imperio, y de la mala condición de vida que llevan.
Al ser una ciudad desconocida para los tres, obtuve un mapa detallado de un crío que los vendía (¿de dónde los sacarán?), y tras visitar el mercado para abastecernos, nos dirigimos al hogar de Hergard von Tasseninck para enrolarnos en su expedición a las Montañas Grises.
La fortuna no estuvo de nuestra parte, pues hacía ya 2 días que había partido junto a un grupo aventureros, y nos quedamos sin la oportunidad de explorar las maravillas salvajes del mundo.

Sin tener nada que hacer, nos dirigimos hacia la taberna el Pollo Frito (famoso por sus espectáculos de pirotecnia) en busca de algún trabajo para aventureros, y en el camino sufrimos un encuentro peculiar: dos hombres no paraban de hacer señas a Otto, quien se hacía el loco, como si el tema no fuese con él, hasta que estos se juntaron con otro hombre más siniestro, con una marca que recorría todo el cuello, dentro de un edificio cercano, y desaparecieron de nuestra vista. 

He de decir que todo lo que está ocurriendo con Otto me da mala espina: eso de que se parezca a un cadáver noble que misteriosamente hemos encontrado, que unos hombres le hagan señas y no reaccione… No me creo que un cochero se apunte a las aventuras de la noche a la mañana y se cargue a un tahúr a la primera de cambio rompiendo las reglas del duelo… 

Antes de llegar al Pollo Frito tuvimos otro encuentro, algo más cordial, ya que nos cruzamos con un viejo amigo de Delezar; éste nos invitó a la bebida, y nos ofreció trabajo como cargadores en su barco de viaje a Bögenhafen. No era una idea que me apasionase, pero era mejor que estar quieto en Altdorf, y los hechos que ocurrieron acto seguido demostraron que fue lo correcto.
Primero fueron los borrachos nobles de baja alcurnia, quienes ni siquiera llevaban ningún distintivo de sus respectivas casas, que no tuvieron ningún reparo en derramar su asquerosa bebida sobre mí; pudiéndoles demostrar a aquellos bastardos que su lugar se encontraba en el suelo, opté por mantenerme calmado como demostración de mi educación, y toda la taberna se rió de ellos cuando derramaron toda su bebida sobre ellos mismos debido a Delezar, y se asemejaron a sus congéneres los cerdos, con un grado superior de patetismo.
Pero el hecho que hizo que nos moviésemos rápido para salir de allí fue que Otto echó al suelo la bebida de un hombre de mala pinta (un conocido asesino de la ciudad) que estaba allí, con ganas de pelea; tras un toque de Delezar quedó dormido, y aprovechamos el momento para ir al barco.
En nuestro camino al barco vi que 2 personas nos seguían, pero antes de poder hacer nada, fueron abatidos por un tirador desconocido desde los tejados. No logramos saber quien fue el autor del ataque, y a la hora de dormir Delezar optó por mantenerse en guardia, aunque no ocurrió nada. 

El día amaneció, y tuvimos que salir rápidamente, ya que el conocido asesino al que casi dimos una lección apareció muerto, y había grandes oportunidades de que nos quisiesen culpar del crimen; algunos guardias nos alcanzaron en nuestro camino hacia Bögenhafen, pero sólo fue para advertirnos de la presencia de bandidos en el camino.

En la primera parada que hicimos para dormir, fuimos atacados por el hombre de la garganta rajada y sus secuaces durante mi turno de guardia, quienes intentaron hacer arder el barco. Nos defendimos como bravos guerrero, y aunque estábamos en inferioridad numérica, logramos derrotar a los agresores, y ver que Alphonsus (el hombre de la garganta desgarrada) llevaba una nota en nombre de una organización secreta. 

Sin más incidentes, llegamos a nuestro destino, y tras recibir nuestro sueldo, nos aventuramos en la ciudad en busca de trabajo propio para gente como nosotros.
La ciudad estaba abarrotada debido a que era día de feria, y aparte de haber atrapado a un goblin de tres piernas que había escapado a un exhibidor de rarezas y ser invitados al espectáculo al anochecer no hubo mayor acontecimiento durante el día. Salvo mi nombramiento de Caballero Negro, debido a mi letalidad en duelo, hecho que ahora explicaré:

Como en toda buena feria, se había montado un campeonato de justas de caballeros, y queriendo mostrar mi habilidad, no pude resistirme a la tentación de tomar parte en ella.
Mi primer contrincante era un joven escudero, de aproximadamente mi edad, aunque no demostró estar a mi nivel, pues a la primera carga su cabeza de separó de su cuerpo, falleciendo en el acto; no estaba preparado para el combate, pero al lamentar su muerte, doné algo de oro a la familia.
El segundo contrincante ya se trataba de alguien ordenado caballero, y tras unas cuantas cargas y forcejeos, logró desmontarme de mi montura; aun y todo, debido a que fui el único participante que acabó con la vida de un rival en aquel día, fui recompensado con un lazo negro, que me identificaba como el Caballero Negro mientras durase la feria.

Ya por la noche acudimos al espectáculo que nos  habían prometido, y mientras disfrutábamos de las rarezas, el Goblin de tres piernas volvió a huir, y entró a las alcantarillas; los guardias de la ciudad en nombre de los mercaderes, y el dueño del espectáculo, nos prometieron una recompensa si lo sacábamos, así que a la siguiente mañana entramos en ellas, a la búsqueda.
Tras librarnos de una explosión debido a una bolsa de metano gracias a que nos iluminaba el mago con su magia, encontramos un portón cerrado donde había huellas de goblin.
Entramos en una habitación con aspecto de santuario, donde encontramos los huesos del goblin, un pentagrama lleno de velas con la inscripción ORDO SEPTENARIUS (la Orden de los Siete seguramente, mencionada en el mensaje de Alphonsus) y la cabeza de un ser bestial, un pañuelo con las iniciales F.S. y un armario que no pudimos abrir al estar sellado con magia; cogí el pañuelo como prueba de aquel lugar, y cuando ya nos disponíamos a salir, empezó a emerger humo del pentagrama, y se materializó un demonio ante nuestros ojos. Aun sin saber sus intenciones, echamos las manos a las armas, y nos preparamos para el combate inminente.
Fue una dura batalla, pero nada es capaz de detenerme, y entre los 3 logramos reducir a la criatura.

Ahora, sólo nos queda llevar los huesos del goblin por si se puede lograr alguna recompensa aunque sea de parte de la guardia de la ciudad, e investigar acerca de este lugar oscuro que hemos encontrado.

El Documento del  hombre de la garganta rajada:



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