2014(e)ko apirilaren 24(a), osteguna

El Cantar de Otto

En el último combate frente a los hombres rata, intentando evitar que ese mineral caótico cayera en malas manos, nuestros héroes demostraron de que estaban hechos.

Heridos, y viendo la derrota cercana, los skavens decidieron acabar desesperadamente con sus enemigos. Mientras que Dieter, caballero de la Orden de Aguilera (único miembro de la orden por ahora), y Otto el batidor se enfrentaban a las ratas del clan, el líder de la expedición decidió acabar con Delezar el umbramante.

Y lo habría logrado, doy fe de ello, si no fuera por nuestro líder de masas, nuestro querido comisario del pueblo, Otto. La daga del enemigo apareció entre las sombras, dirigida a asestar la herida mortal que acabaría con el mago. Pero el antiguo cochero, previó el movimiento del skaven y dejando atrás a sus contrincantes interceptó el puñal.

El Imperio se cobró una victima más, una alma anónima que engrosaría las filas de los sacrificados por su gloria. Otto no tendrá una tumba en ningún panteón, nadie lo recordará como el héroe que fue y se pudrirá en algún hoyo cercano al Reik. Otto salió de su Ostland natal en busca de aventuras y riquezas, dejó atrás su tranquila vida de cochero y cambió el carro por la espada. Y pagó el precio del hierro.

Tumbas Anónimas

Otto von Bismarck, batidor, ex-cochero: Muerto en combate (2.capítulo, Muerte en el Reik) por un jefe de garra.

Once more unto the breach

Once more unto the breach' - is from the 'Cry God for Harry, England, and Saint George!' speech of Shakespeare's Henry V, Act III, 1598.
The most celebrated rendition of the speech comes from Laurence Olivier's performance in the 1944 film The Chronicle History of King Henry the Fift with His Battell Fought at Agincourt in France, better known to the world just as Henry V.


7 de mayo del 2512,décimo año del reinado de Karl Franz I

Otto, Delezar y Dieter se prestaron para asaltar el castillo una vez más. Decididos se adentran por las mazmorras hasta dar con el patio interior. Los horrores que albergan el castillo son innumerables, y serán recordados por los supervivientes en cada uno de sus sueños. Ufdelnhar el caballero del Caos, Krakatz el minotauro, y el resto de los esbirros de los von Wittgenstein sucumbieron a los hachazos y hechizos de nuestros aventureros, que sin más remedio, luchaban solos.

Finalmente, encuentran a Kurt, el tercer hijo y a Indrid, la baronesa del castillo. Ambos se encontraban alejados del mundo, de la realidad. Las armas de nuestros héroes no se tiñeron de sangre, no merecía la pena. Sabían de buena mano, que la causante de que la baronía fuera una pesadilla viviente era Magritte, la hija mayor y heredera. ¿O no?

En su camino se encontraron con una antigua biblioteca, llena de tomos malditos, y entre ellos un pequeño diario, de Gothard von Wittgenstein, segundo hijo. Entre sus hojas averiguaron el culpable real:

* Errata: el año debería ser 2512

Así pues, de un plumazo nuestros aventureros ataron todos los cabos, o casi todos. Las tres sectas trabajaban juntas, aquellos que los buscaban por un dinero que nunca tuvieron eran los mismos que perpetraron la desgracia de Bogenhaffen. Etelka y Dagon eran otras piezas más en este rompecabezas. Y Gothard, lider de una de las sectas había huido, dejando a su hermanita protegiendo aquello que todos buscaban: La piedra bruja de su tatarabuelo, el infame Dagmar von Wittgenstein.

Con estas revelaciones se enfrentaron a la Magritte y su experimento no-muerto. No tardaron en dar cuenta de la nigromante, aunque la alegría duro poco.

El castillo comenzaba a temblar, como si de un terremoto se tratase y los protagonistas sospecharon que se trataba de los propios pilares del castillo. Bajaron una vez más hasta las mazmorras para toparse con hombres rata que estaban intentando robar la piedra bruja con una maquina infernal que socavaba los cimientos de la estructura. Sus insignias los desconcertó pues además del símbolo skaven, también lucían las ocho puntas del caos.  Los skavens fueron repelidos pero no lograron evitar el robo de la piedra bruja. Y la Baronía se cobró su última victima antes de convertirse en escombros.

2014(e)ko apirilaren 17(a), osteguna

Asalto al Castillo Wittgendord (retirada incluida)

7 de mayo del 2512, décimo año del reinado de Karl Franz I

Barrakul y el movimiento Occupy Wittgendorf

Nuestros intrépidos aventureros acordaron el plan con los forajidos del bosque. Ellos asaltarían el muro exterior desde el norte, mientras que Otto, Delezar y Dieter, acompañados por tres exploradores, se infiltrarían por la entrada secreta del castillo. Pero no las tenían todas consigo, nuestros valientes héroes temían por sus gaznates y no albergaban muchas esperanzas de salir indemnes del lance. Menos mal, que el recién auto-nombrado caballero Dieter había pensado en todo. Volvieron una vez más al antiguo santuario de Sigmar, donde gracias a su inquebrantable fe lograron hacerse con la legendaria espada Barrakul, azote de las montañas.

Con la espada en su haber, nuestros aguerridos viajeros se dirigieron a la plaza del pueblo, y con una mezcla de populismo, verborrea y palabrería digna de la mas sucia calaña parlamentaria lograron convencer a una veintena de campesinos, tan hambrientos que no pudieron pensar claramente, de acompañarles en un ataque suicida contra la puerta principal del castillo. Terminados todos los preparativos, ahora si, se dispusieron a jugarse el tipo.

Los Comisarios Políticos

La sangre, el humo, las lagrimas...Los forajidos asaltan las murallas, luchan ferozmente contra los guardias mutados del castillo y mueren por sus ideales. Nuestros héroes, escondidos en las sombras y entre la paja de los establos, cumplen con su parte; matar a un paje. Pero un héroe no se forja con éxitos mundanos, y deciden hacerse con el control del portón exterior. Tras una batalla encarnizada, superando al enemigo en 2 a 1, logran abrir las puertas, y los campesinos (tullidos, famélicos y enloquecidos por la piedra bruja) entran en tropel. Los forajidos van cayendo, y el trió, ve cada vez con más certeza la posibilidad de luchar realmente. Aunque, antes de tomar una medida tan desesperada, sacrifican los tres exploradores que los acompañaban, consiguiendo liquidar al teniente Doppler y al sargento Kratz, además de media docena de guardias. Exhaustos por tamaño esfuerzo, y viendo que los forajidos pronto serían superados por los guardias supervivientes, el carismático, el líder nato, Otto el cochero, encomienda a su hueste plebeya- Luchar! Cargar miserables, y sabed que si retrocedéis seré yo mismo quien os ensarte las cabezas!- Palabras inconmensurables que siglos más tarde adoptarían los valientes comisarios del ejercito kislevita del zar Stalinovich.

Muralla Interior y Retirada

Los plebeyos son aniquilados en las puertas de la muralla interior, asaetados, y quemados en aceite hirviendo por los guardias atrincherados en el portón. Los forajidos yacen pasto de los buitres en el patio. Nuestros aventureros consiguen levantar el puente levadizo que conecta las dos murallas del castillo, se infiltran por un pasadizo secreto hasta la fortaleza interior y hacen calculo mental. Inteligentes como son, se percatan de que en el mejor de los casos aun quedan 10 guardias en el interior y desechan la idea de labrarse un nombre. Tocan retirada. Es hora de lamerse las heridas y de convocar levas. Según Otto, aún podrían quedar otra veintena de campesinos en el pueblo para engrosar las gloriosas filas de su ejercito de la liberación.


Tres hurras por nuestros héroes, que Sigmar ilumine su camino.

2014(e)ko apirilaren 11(a), ostirala

Endogamia y canibalismo



La malvada hechicera Etelka Herzen murió desangrada, mordiéndose la lengua, sin que pudiéramos hacer nada para mantenerla viva y unirla a nuestra causa contra el caos tras  mostrarle que fue engañada, debido al lamentable estado en el que ya se hallaba tras el combate. De su cadáver recuperamos la último llave de forma tubular de la torre de señas donde trabajaban los enanos Reik arriba, y tomamos rumbo hacia allá con la intención de desvelar el secreto que guardaba aquella torre que estaba infestado de necrófagos, tras enterrar al druida que murió en combate y despedirnos de Naugrim Thorondor, que fue en persecución del huido.
Como ya es costumbre, no recibimos ningún agradecimiento en la zona por eliminar a aquellos adoradores del Caos, teniendo que pagar por el uso de las esclusas para seguir con nuestro camino. Tomamos un descanso en Kemperbad antes de llegar a la torre, y mientras deambulábamos por la ciudad Otto recibió una nueva carta de parte de un niño mensajero, dónde le exigían el pago de las 20.000 coronas de oro que debía Kastor Lieberung, ya fuese yendo el mismo a Middenheim, o esperando una semana, fecha en el que contactarían con él, junto al mechón de cabello que le arrancaron días antes.

Ignorando la petición, ya que ni contamos con 20.000 coronas, ni se las entregaríamos a nadie en caso de tenerlas, reanudamos el viaje hasta llegar a la torre, y tras un intercambio de saludos amistosos con los enanos, nos adentramos en la construcción subterránea e introdujimos la llave en el hueco sobrante, abriéndose el suelo bajo nuestros pies, conduciendo a otra sala; Delezar no pudo esperar, atraído por los objetos mágicos que podrían esconderse, y cayó directamente por el agujero en vez de desplazarse por las esquinas. Seguro que le dolió. Pero no más que no encontrar nada útil.
Investigando en la habitación recién hallada, encontramos notas antiguas de un hechicero que hablaban de la caída de un meteorito, y la intención de transportarla a Wittgendorf, a una cámara especialmente preparada para ello; aquel que lo transportó tenía la convicción de que con su ayuda se convertiría en la persona más poderosa del mundo. Sospechando del mal uso que le podría darse o se le daba actualmente, ya fuese por los herederos de aquel hechicero, o por gente como Etelka, la Corona Roja o la Mano Púrpura, y el recuerdo de Bögenhafen aun reciente, nos dirigimos a la aldea de Wittgenstein, en busca de aquella gran roca de disformidad.

Wittgenstein era una aldea que ya habíamos pisado con anterioridad para comprar limones, y aunque en su tiempo nos llamó la atención el aparente retraso mental de los aldeanos y la podredumbre que reinaba en toda clase de vida alrededor, cuando nos adentramos en la aldea y vimos que aquellos aldeanos, fruto de relaciones endogámicas durante años, se alimentaban de cadáveres humanos nos impactó gravemente.
Fue mientras tratábamos de convencer a aquellas personas de abandonar esos oscuros hábitos de una vez por todas cuando vislumbramos la bajada de una mujer vestida de blanco a caballo, acompañado de un pequeño séquito de guardias con armaduras de placas con los visores bajados, como si fuesen a la guerra. Este peculiar grupo se acercó a un aldeano, y lo llevaron al castillo, sin forcejear siquiera.
Extrañados, preguntamos a la gente qué había pasado: al parecer, una vez a la semana, Lady Margritte von Wittgenstein elegía a uno de los campesinos y lo llevaba al castillo, donde gozaba de una vida de comodidad durante el resto de su vida, librándose de la miseria que vivían en la aldea; los demás aldeanos se lamentaban de que no fueran elegidos, aunque nosotros, ya por experiencia, no nos creíamos esa versión de que se los llevaban para ofrecerles una vida mejor, sino que sospechábamos de algo más oscuro, donde que el aldeano era la comida de los habitantes del castillo era lo menos terrorífico.

Mientras Delezar y yo nos dirigimos al semiderruido templo de Sigmar, el herético de Otto fue hacia el bosque, con la intención de cazar algo para aquellos caníbales, y convencerlos de que dejaran de comer carne humana de esa forma; encontró vacas y cabras pastando en la cercanía del pueblo, donde la hierba era misteriosamente más brillante que de costumbre, y tras asegurarse de que nadie le veía, lanzó una flecha a una cabra, matándola en el acto. Cuando fue a recoger a la cabra para llevarla a la aldea, se dio cuenta de que aquella cabra, al igual que las demás, contaba con 2 cabezas. Por mucho que le impactase aquella mutación, al no tener que comer él la cabra, no mostró signos de verdadero asco al entregar a la cabra a los hambrientos aldeanos.
Cuando se dirigía hacia el templo, lugar abandonado hace tiempo cuyo estado Delezar y yo intentábamos mejorar, Otto fue alcanzado por Jean, doctor bretoniano y una especie de regidor de la aldea. Jean alcanzó una invitación a nuestro grupo para una cena con él, pero Otto, horrorizado por todo lo que encontró en la aldea, le increpó que él era el culpable del estado y las costumbres de los aldeanos, y se despidieron el uno del otro de manera bastante tensa, aunque con la invitación de la cena sobre la mesa.

Para cuando Otto se unió a nosotros en el templo de Sigmar, Delezar y yo habíamos puesto en orden la planta principal, y habíamos descubierto la historia del héroe Siegfried, fundador del pueblo, quien defendió la zona de ataques de seres del Caos con su legendaria espada Barrakul.
En busca de rastros del sacerdote de Sigmar del templo, nos adentramos en las criptas subterráneas de la construcción, para encontrarnos con 8 tumbas, de las cuales 7 habían sido profanadas, siendo robado lo que contenían y comido el tuétano de los huesos; en cambio, encontramos una tumba cerrada, cuya losa tenía rastros de que habían intentado abrirla una y otra vez por las marcas de arañazos, pero no lo lograron: se trataba de la tumba de Siegfried.
Pensando que un corazón puro y con intenciones nobles podría abrir la tumba, intentamos abrirlo y lo abrimos sin ninguna complicación, encontrando los huesos del héroe, junto a Barrakul envainada; pidiéndole la cesión de la espada temporalmente, hasta que librásemos de todo mal la aldea, tal y como hizo él en épocas pasadas, intentamos desenvainarlo de uno en uno, pero sin ningún resultado. Puede ser que no seamos merecedores de portarla, o que aun no había llegado el momento para volver a esgrimirla. Sea como sea, la dejamos de nuevo junto a su dueño.
Teniendo tomada la decisión de salir del pequeño recinto donde se encontraba la tumba de Siegfried, escuchamos unas voces que llegaban de las cavernas que se hallaban más al fondo en la cripta, hablando entre ellos acerca de si algunos habían venido de nuevo a tomar su comida, mencionando el castillo.
Al no saber a qué nos enfrentábamos, y al contar con una armadura de placas, al igual que los guardias que vimos por la mañana, me bajé el visor del casco y salí al pasillo, confiando en que no se atreverían a atacar a nadie del castillo, tal y como acerté por suerte.
Se trataban de humanos, o fueron en su día, que habían vivido en la oscuridad de las criptas durante años, y se habían amoldado a ella, convirtiéndose en seres de piel y hueso que se arrastraban en la oscuridad. Mostraron intención de comerse a Delezar y a Otto al no llevar el traje de acero del castillo, pero logré engañarlos hasta que tomamos una posición ventajosa para el ataque, y eliminamos a aquellas abominaciones.

Habiendo anochecido casi para cuando salimos de las criptas, nos retiramos a los camarotes del barco, a descansar. Por la mañana nos despertó un ruido, y al ir a ver qué ocurría, nos encontramos con algunos guardias del castillo junto a un capitán, quienes tenían intención de embargar nuestro barco, por no haber pagado las tasas de amarre.
Les explicamos que nadie pidió nada por amarrar el barco, ni que había un lugar acomodado para dignarse a cobrar por ello, pero que aun y todo estábamos dispuestos a pagar, palabras a las que no hicieron caso, e insistieron en su intención de robar nuestro barco.
Antes de que pudiesen hacer nada, retiramos la escala de subida al barco, y nos fuimos de allí, dejando atrás con los gritos que decían que no volviésemos a ir, cosa que íbamos a desobedecer, pues esa aldea necesitaba una purificación del Caos que reinaba. Por cosas como ésta nos lamentamos de no haber instalado un cañón en el barco.

Atracamos el barco en Kemperbad, donde pagamos los gastos de amarre de todo un mes, y de manos de un sacerdote de Sigmar logré un amuleto que daba buena suerte a su portador, para evitar los peligros en los que nos íbamos adentrar.
Diciendo adiós al barco, nos dirigimos en nuestros caballos de vuelta a Wittgenstein, dejándolos a cierta distancia de la aldea, para pasar desapercibidos.

Nada más llegar, una joven madre nos pidió que ayudásemos a su hijo, quien había enfermado tras darle el aguardiente del doctor, remedio que usaban para evitar una enfermedad que asolaba la aldea. Al ver al niño, decidimos ir lo antes posible a ver al doctor Jean, pues el niño tenía patas de araña que salían del vientre, entre otras mutaciones del caos.
Buscamos al doctor por toda la casa, pero no acertamos con él a la primera.
En su despacho encontramos cartas que había escrito para Lady Margritte, por las que supimos que sufría una fascinación por ella, y que ella le proporcionó un material para la elaboración del aguardiente. En la busca de Jean, también encontramos a un hombre gigante y tonto que estaba destilando el aguardiente en una choza de madera; tras hablar con el hombre derrumbamos la choza desde fuera, para que no pudiese destilar más aquella bebida mutágena.
Encontramos al doctor en el sótano de su casa, despedazando un cadáver humano. Le increpamos lo que estaba haciendo y lo de las mutaciones, pero cuando dijimos de ir arriba para hablar, lanzó unas sanguijuelas que tenía en un bote a la cara de Otto, cuales penetraron la piel de Otto y quedó desfigurado por cicatrices tras la extracción que practicó Delezar, y huyó por un túnel que se encontraba en la habitación; intenté perseguirlo, pero tuve que desistir a un tiempo, pues el peso de la armadura era excesivo para correr tras él.
Gracias a su buena orientación, Otto dedujo que el camino iba hacia el templo de Sigmar, así que fuimos hacia allí para interceptarlo, pero vimos que la gruta proseguía más aun. Seguimos la ruta hasta llegar al cementerio, y guiados por las huellas que Jean no trató de evitar hacer, nos adentramos en un mausoleo. Mirando los nichos pudimos averiguar en cual se escondió, y lo sacamos de allí, para que confesase de sus crímenes.
De su boca supimos que meses antes ocurrió una extraña tormenta en la que hubo lluvia de color oscuro, que dejó todo más estéril aun de lo que antes era y los aldeanos quedaron sin ninguna vitalidad, y que fue gracias al aguardiente que le enseñó a hacer Lady Margritte, con un ingrediente secreto, por el que los aldeanos recuperaron parte de su vitalidad. Le preguntamos acerca de si ese material era la piedra bruja, y si estaba al tanto de las mutaciones que provocaba, y sostuvo que era un precio que él estaba dispuesto a asumir, por lo que lo encerramos de nuevo en el nicho, atado, hasta que volviésemos, y fuimos a reunirnos con la madre de la criatura mutante, para darle una muerte rápida sin que la madre supiera, ya que no había ni cura ni posibilidad de supervivencia ya.

En los linderos del bosque nos hizo señas una mujer, quien a diferencia de la gente de la aldea, no mostraba ninguna anomalía; nos contó que ella formaba parte de aquellas personas que huyeron al bosque para escapar del horro de la aldea, y que tendríamos su ayuda para derrocar a los Wittgenstein de su fortaleza.
Así, la seguimos por el bosque, logrando evitar a los guardias del castillo que patrullaban en nuestra busca gracias a las ilusiones de Delezar, y en una zona donde la influencia oscura del castillo no parecía afectar debido al buen estado de la vida vegetal allí, nos encontramos con una sacerdotisa, quien había tomado el papel de líder para aquella gente sin esperanza.
Nos mostró una posible entrada secreta que podía haber al castillo, a través de una cueva, y nos prometió que si lográbamos descubrir que realmente conducía al castillo, nos ayudarían con el ataque a Wittgendorf.
Ni cortos ni perezosos, partimos hacia la cueva. Allí encontramos murciélagos gigantes, montones de setas venenosas, un riachuelo que parecía dirigirse al pozo de agua del castillo, un ser con ventosas que atacaba en la oscuridad (al cual aniquilé), y también localizamos una trampilla que se dirigía al patio dentro de los muros exteriores del castillo.
Habiendo cumplido lo que nos habían asignado, volvimos a la pequeña aldea del pueblo, a dar a conocer nuestros descubrimientos.

Ahora toca diseñar un plan de ataque que servirá para salvar a la aldea de Wittgenstein de la influencia caótica del meteorito y de sus dueños. Para ello, no dudaremos en envenenar el pozo de agua del castillo desde la cueva, esparciendo el veneno de las setas venenosas que hay en la cueva en el riachuelo subterráneo, ni provocar una revuelta campesina contra sus señores, hablando de la buena vida que llevan en el castillo mientras ellos están condenados al hambre y a las enfermedades.
Para provocar la revuelta, la ayuda de la espada Barrakul, que una vez protegió la aldea de las fuerzas del caos, sería de gran ayuda, pues si no son unos ignorantes completos, la espada de su héroe local debería infundirles confianza. Tal vez ahora sea la hora de empuñarla por una buena causa.

2014(e)ko apirilaren 10(a), osteguna

Tras los pasos de Etelka (3)

2 de mayo del 2512, décimo año del reinado de Karl Franz I

Las Cascadas Rugientes

Siguiendo los pasos de Etelka remontasteis rió arriba por el Stir, dejando atrás una vez más la ciudad libre de Kemperbad y adentrándoos en las Colinas Áridas. Entre los ríos rápidos observasteis varias menhires de épocas pasadas hasta encontrar cerca de una orilla un caballo muerto hace ya varios días. En una de las alforjas encontrasteis un mapa muy similar al de la Torre de Observación con el anagrama de la "Corona Roja". El río os lleva hasta las cascadas que unen el Narn con el Stir a través de un sistema de esclusas. Pero antes de proseguir decidisteis descansar en la posada cercana a Unterbaum, el último pueblo antes de viajar a las tierras salvajes que bordea el Narn.
En esta posada conocisteis a Naugrim, un enano matador que sorprendentemente tenía la mascara de las dos caras tatuada en uno de los brazos. Se presento como La Furia y os preguntó por La Espada, es decir, Aenur. Antes de marcharse a descansar os aconsejo visitar al druida de Unterbaum, pues conocía las tierras a las que pensabais ir. 

Unterbaum y el Viaje

En el pueblo, el druida del pueblo, Corrobeth os habló de como hace 200 años la propia Morrislieb escupió su materia corruptora hacia el Imperio, cayendo en nuestras tierras como meteoritos. Allá donde impactaron, la tierra marchitó y su influencia ruinosa no tardó en aparecer. Sus antecesores, mucho más numerosos construyeron los menhires para proteger las zonas donde los meteoritos cayeron. A pesar de ello, con el paso del tiempo las Colinas Áridas se convirtieron en un lugar peligroso y lleno de monstruosidades. Al saber esto, decidisteis partir junto al druida, que ya sabía de la presencia de Etelka y os acompaño hasta la Cuenca del Diablo, un cráter creado por uno de los impactos. Mientras descansabais  cerca del menhir una extraña presencia  apareció.

Se trataba de Brunhilde, un fantasma que os pidió auxilio para descansar en paz. Os contó que 100 años atrás Dagmar, un erudito organizó una expedición a estas tierras para conseguir algún extraño objeto o artefacto y que una vez logrado su objetivo asesino a todos sus compañeros. El fantasma os llevó hasta el lugar donde se encontraban sus huesos pero cuando os disponíais a enterrarlos un grupo de skavens hizo su aparición, preguntando por la "piedra". Detrás de ellos aparecieron la mismisima Etelka, y su ayudante, Ernst Heidelman (aquel chico tímido que regaló un ungüento corruptor a Otto al comenzar esta aventura). Pero las sorpresas aún no habían terminado.

En pleno fragor de combate aparecieron por un lado Dagon, el corruptor, demonio de Nurgle y por otro Naugrim, el enano que conocisteis unos días atrás en las cascadas. Etelka y Dagón fueron aniquilados tras un combate desesperado, al igual que el druida Corrobeath. Ernst logró huir y Naugrim fue detrás de él.  

Etelka escondía entre sus ropajes una carta, al igual que Dagon, y también la última llave que necesitabais para abrir la puerta secreta de la Torre del Observatorio.

 La carta de Etelka

La carta de Dagon




Tras los pasos de Etelka (2)

Grissenwald

En la intersección que une el rio Grissen con el Reik encontrais la aldea de Grissenwald, habitada por cerca de 600 almas y con fama de grandes comerciantes de rios. Dejasteis  la barca en el muelle y pronto descubristeis la existencia de un poblado enano a las afueras de la aldea. Al parecer los paisanos no les tenían mucho aprecio y parecían bastante problemáticos. El poblado enano, conocido como Khazid Slumbol, estaba formado por varias chabolas mugrientas y al acercaros la docena de enanos que habitaban allí no tardaron en tomarla con el pobre Delezar. Pero ya fuera por el Ulgu o por su naturaleza tranquila, no cayó en su mismo juego y conseguisteis audiencia con Gorim  Granmartillo, líder de los enanos.

Según Gorim, una malvada hechicera llamada, como no, Etelka Herzen, logró hacerse con la mina (de oro según los enanos, y de carbón según el resto del mundo) a base de amenazas y engañosas artes, sumiendo en la pobreza a estos buenos y trabajadores enanos. Por si esto fuera poco, los habitantes de Grissenwald culpaban injustamente a los enanos por unos ataques recientes a las granjas cercanas a la antigua mina de los enanos que ahora pertenecía a Etelka. Gorim les prometió ayudarles si limpiaban el honor de los enanos.

Montañas Negras y la Mina de Etelka

No os hizo falta más que una noche para descubrir a las viles criaturas que estaban detrás de los ataques nocturnos. Unos sucios goblins con sus aún más sucios lobos. Gorim cumplió con su palabra y tres enanos de Khazid Slumbol se prestaron voluntarios (previo pago) para acompañaros a la Mina. Allí encontrasteis la Torre en la que hasta hace poco se escondía Etelka. Tanto la mina como la torre estaban ahora habitados por goblins.

Tras limpiar la torre de estas asquerosas criaturiyas os encontrasteis con la cocinera personal de Etelka, una halfling  algo peculiar que contratasteis de inmediato como cocinera de vuestra barca. Ella os dio la pista para seguir a Etelka. Según la halfling, la hechicera abría partido acompañada de un hombre en dirección  a las Colinas Áridas y mas exactamente al rio Narn. Pero antes de partir hacia allí, tuvisteis que acabar con el jefe de los goblins, que se escondía en los aposentos de su señora;

Tripón, lider goblin que creía que vestirse como su ama, le otorgaría los mismos poderes. La vida de un goblin puede llegar a ser muy dura.

                     

Tras los pasos de Etelka (1)

Siguiendo las pistas encontradas en la Torre y la carta de Etelka a Teugen os dirigís hacia Grissenwald Reik abajo. Antes de vuestra primera parada en Kemberbad escucháis rumores de la derrota de un ejercito imperial a las puertas de lo que hace un par de semanas era Bogenhaffen.

Kemperbad

Los acantilados sobre los que esta erigida la ciudad os impresionan, y el sistema de ascensores os deja la boca abierta. Ciudad que une los rios Stir y Reik pensasteis que sería un buen sitio para dejaros algunas coronas antes de proseguir con vuestro viaje. Mientras pagabais los impuestos por amarrar el barco en el muelle llegó una patrullera imperial que como supisteis más tarde transportaba a un plenipotenciario imperial que venia a negociar ciertas clausulas de la ciudad. Sin darle mayor importancia pagasteis los pasajes para utilizar los ascensores cuando un hombre de aspecto furtivo se acercó a Otto  para recordarle su deuda con cierto Circulo Interior, ¿verdad Kastor?
Intentasteis atraparlo pero no tardó en escudarse detrás de los guardias del muelle.

Después de este pequeño incidente llegasteis por fin a la ciudad, comprando suministros para el viaje que os esperaba.  En uno de los puestos un vendedor os relata el linchamiento de un clérigo de Sigmar en la provincia de Middenland, malos tiempos murmura. Una vez acabas las compras os disponíais a comer en alguna buena posada, tranquilamente. Llegasteis a rechazar la oferta de un trabajito para algún tileano mientras comíais, no fuera a ser que interrumpieran vuestra tranquilidad. Pero al salir del establecimiento, con la tripa bien llena, un individuo empujo a Otto, dándole un estirón del pelo y aunque lo seguisteis, de forma paranoica, no encontrasteis indicio alguno que le convirtiera en sospechoso.

Primer aviso: Wittgenstein

 Antes de llegar a Grissenwald, pasasteis en vuestra barca cerca de la baronia de los Wittgenstein y aunque os advirtieron de no acercaros no dudasteis en parar para comprar (limones!!!).