2014(e)ko maiatzaren 14(a), asteazkena

Un nuevo compañero



Nuestro compañero Otto von Bismarck falleció en los oscuros pasadizos subterráneos que se hallaban bajo el castillo de Wittgendorf, tras recibir un mortal ataque de un maligno ser mitad rata mitad humano.
Pudimos acabar con aquel gran Skaven mientras intentaba huir por el túnel que construyeron para llevarse el trozo de meteorito, pero no pudimos alcanzar a los demás para recuperar la roca.

Con el pueblo libre de Wittgenstein de la amenaza de los corruptos barones, decidimos darle sepulcro a Otto en una de las tumbas que habían sido profanadas bajo el templo de Sigmar por los oscuros seres que aniquilamos en nuestra primera visita. También devolvimos la espada Barrakul a Sigfried, su antiguo dueño, tal y como prometimos al cuerpo inerte del antiguo héroe.

Tras dirigirnos a Kemperbad, una zona más segura y donde se hallaba nuestro barco, Delezar y yo estuvimos horas deliberando hacia dónde debíamos dirigirnos ahora para dar fin al oscuro complot que se estaba llevando a cabo entre los adoradores del Caos, ya que por un lado, se encontraban pistas que apuntaban hacia Nuln, y por el otro lado, sabíamos que el Círculo Interior esperaba en Middenheim a Kastor y sus 20.000 coronas de oro.

Fue mientras dormíamos cuando nos despertó el ruido de un pico de animal golpeando la madera; se trataba de un cuervo negro, el cual tenía una nota atada al pie. Tras darle algo de maíz, procedimos a leer la nota, que provenía del maestro de Delezar. Al parecer, la Mano Púrpura lo vigilaba, y nos instaba a buscar a Hergard von Tassenick, quien podría tener las respuestas a nuestras preguntas. También nos advertía de no fiarnos de nadie.

Según los rumores que nos habían llegado, el príncipe von Tassenick fue emboscado en el Paso de la Dama Sombría, y se creía que había muerto, pues no había noticia alguna de él. Con la intención de verificar la información, antes de dirigirnos sin idea alguna al paso, hicimos una parada en Altdorf, lugar de residencia del príncipe, y preguntamos a la gente local y a sus sirvientes acerca del paradero del señor, obteniendo como respuesta lo que ya sabíamos.

Antes de partir dirección al paso, registré formalmente la honorable orden de templarios del Dragón de Aguilera, previo pago de los impuestos.
Contacté con un antiguo maestro de armas, el que aceptó la oferta de entrenar en el combate a aquellos huérfanos que enviase a Aguilera para formar la flagrante orden del Dragón de Aguilera, para librarlos de la vida de indigencia o maldad que estarían obligados de otro modo.
Sin embargo, no tuve tanto éxito a la hora de buscar un sacerdote que instruyese a aquellos jóvenes aprendices en el camino de la erudición, aunque a no tardar enviaré a alguien que haga de aquellas ratas de ciudad en verdaderos sacerdotes guerreros, que llevarán la palabra contra el Caos por todo el mundo.

Tras salir de Altdorf, remontamos Teufel arriba, haciendo una parada en Rottfurt, para escuchar lo que el pueblo llano contaba; al parecer, los combates entre los seguidores de Sigmar y de Ulric iban encrudeciéndose, y pudimos probar tal odio en primera persona, cuando encontramos a un apaleado sacerdote de Ulric atado en un árbol, todavía vivo.
Aun a sabiendas de que podía haber alguien vigilando, mi honor de caballero me obligó bajarme del barco y desatar al pobre hombre, momento en el que aparecieron aquellos que cometieron la barbarie, con la intención de lincharme a mí también, pero gracias a mis dotes persuasivas logré calmar momentáneamente los ánimos de aquella turba sedienta de sangre, y procedimos a seguir en nuestro camino a Ubersreik.
Se trataba de un sacerdote errante, que trataba convencer a la gente para que se uniesen a su fe, y que había sido capturado por los seguidores de Sigmar, amplia mayoría en aquella zona, quienes tenían intención de matarlo debido a la tensa situación en la que se encontraba la relación entre ambas creencias; tras aconsejarle que fuese a un lugar más tranquilo hasta que se acabase la discordia, fui obsequiado con un amuleto de Ulric como agradecimiento, pero dejó claro que él seguiría con su propósito. Así pues, nos despedimos del hombre, y su paradero y destino me son desconocidos aun.

En el camino a Ubersreik, también nos cruzamos con varios soldados con aspecto bastante lamentable, campesinos reclutas de Reikland que desertaron tras ver los horrores de Bögenhafen. Ofrecí a aquella gente la oportunidad ir a Aguilera para ayudar en lo que pudiesen, y dándoles ayuda para el viaje, me prometieron sinceramente que se encargarían de sembrar la comida para los novicios, fuera de las garras del Imperio.

Tras los acontecimientos descritos, llegamos finalmente a Ubersreik, último poblado en el curso navegable del Teufel. Antes de poder ver qué se cocía en aquel lugar tan cercano a Bretonia, un joven enano pelirrojo contactó con nosotros.
Se hacía llamar Floki, y era un herrero rúnico adepto de Karak Azgaraz, fortaleza enana restaurada, cercana al paso; nos dijo que podía ayudarnos, y nos enseñó una carta con el símbolo de las dos caras que portaban Aenur y Naugrim, por lo que decidimos que podíamos fiarnos de él, por el momento.
Tras estar charlando un rato en la taberna, vimos que una gran muchedumbre se amontonaba en una parte del pueblo, y nos dirigimos hacia allí, a ver qué ocurría.
Vimos cómo ajusticiaron a un hombre, acusado de haber sido socio de Teugen y partícipe en la destrucción de Bögenhafen; en una especie de palco, presidiendo el ajusticiamiento, encontramos al señor Ruggbroder, el anciano que se salvó de la destrucción de la ciudad gracias a nuestra insistencia en que abandonara la ciudad, dándole a conocer el peligro.
Cuando nos acercamos a él, nos saludó efusivamente, dándonos las gracias por la ayuda que le prestamos, y lamentando que no logramos evitar la destrucción de la ciudad. Hablamos con él acerca de la persona recién ejecutada, del porqué de su estancia en Ubersreik y de nuestro objetivo actual.
Al contarle que nos dirigíamos a la zona donde el príncipe von Tassenick fue emboscado, nos habló de cómo el comercio con Bretonia por el paso había sido interrumpido hace poco, y que si lográbamos saber qué había ocurrido y lo solucionábamos, pues estábamos plenamente capacitados para tales problemas, nos daría parte de los beneficios del comercio; ya que nos quedaba por el camino, olía a una aventura digna y tendríamos una recompensa generosa, aceptamos gustosamente la propuesta.
Así pues, buscamos un guía que conociese los parajes del Paso de la Dama Sombría, un tal Skunkpuf, y dejando el barco al cuidado del señor Ruggbroder, nos dirigimos hacia el sur, entre las temibles Montañas Grises.

En nuestra primera noche, fuimos testigos (u objetivos) de una maravilla, una obra de ingeniería enana, construida con conocimientos que se perdieron en tiempos oscuros: un gólem de piedra aun funcional.
Para no dañar semejante obra, evitamos el combate tanto tiempo como pudimos, e incluso Floki logró desactivarlo por un tiempo, pero cuando volvió a activarse y vimos que no podríamos huir de él, tuvimos que luchar contra ello con mucho pesar.
Fue un largo combate en los que intercambiamos espadazos, puñetazos y agarrones: trozos de rocas de su cuerpo saltaban por los aires con nuestros poderosos embates, pero el gólem no flaqueaba, y los halos azules que unían sus diferentes partes no perdían intensidad.
Tras un tiempo caímos en la cuenta de que hasta entonces habíamos estado partiendo roca, sin afectar en nada al estado del ser, pues su energía radicaba en aquellos halos azulados. Así pues, empezamos a dirigir nuestros ataques a aquellos puntos, hasta que tras un glorioso ataque, la montaña de rocas se derrumbó ante nosotros, poco antes de la llegada del alba.
Como recuerdo de tal formidable ser, tanto el enano como yo recogimos unas cuantas rocas inscritas con runas; quien sabe si la intención de Floki no es investigar en tales runas para devolver a los reinos enanos su antiguo resplandor.

Sean las intenciones de Floki las que sean, estoy seguro de que en estas montañas antiguamente habitadas por enanos será un compañero de gran ayuda, y no creo que le falte diversión, tal y como indican las cabezas de orcos estacadas que se pueden apreciar en ese asentamiento humano que tenemos delante.

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