Lo juro que no lo provocamos nosotros; de hecho, intentamos evitarlo. Aunque es cierto que se ganaron lo que se merecían.
Tras desmontar la trama del goblin falso desde su origen, decidimos presionar más a aquellos que andaban mintiendo en el asunto, pero decidimos buscar información en la biblioteca del santuario de Verena acerca del demonio que encontramos en las alcantarillas y del Ordo Septenarius en lo que quedaba de aquel día; el demonio se trataba de un demonio guardián, quienes tienen el deber de proteger una zona (el santuario, en este caso); se dice que el Ordo Septenarius estaba formado por miembros importantes del gremio de mercaderes.
Preguntando a los habitantes supimos que las familias más poderosas de mercaderes eran los Teugen (quienes hasta hace poco iban mal, y lograron gran poder en los últimos tiempos), los Steinhagger, Haagen, Ruggbroder (quienes al contrario de los Teugen vivían una mala racha) y siendo una familia menor, pero al igual que las demás familias con un asiento fijo en el Consejo de la ciudad, Magirius. No sabíamos quienes pertenecían al grupo y quienes no, pero la lista de sospechosos se redujo drásticamente en un momento.
Cuando anocheció, y como había despertado una gran curiosidad en la ciudad, fuimos a ver un duelo que iba a hacerse en El Foso. Tras un combate entre 2 aspirantes que no levantaron mi pasión (podría haberlos derrotado incluso después de vaciar un barril de cerveza enana), hubo un enfrentamiento entre un enorme ogro y un humano, suficientemente necio para probar suerte; gané algo de dinero apostando por el ogro, y podría haber ganado más, pero no quería arriesgarme por si estaba amañado el combate.
Dando por concluida la jornada, fuimos a descansar a la posada, antes de reunirnos la mañana siguiente con Johannes Teugen, tal y como habíamos concertado.
Tras dormir placenteramente, nos reunimos con Teugen en el ayuntamiento. Volvimos a hablar acerca del goblin de 3 piernas, aunque cada vez tenía menos importancia el dichoso ser, y más las extrañas maquinaciones que sospechábamos se llevaban a cabo en la ciudad. Tras las negativas que recibimos acerca de la recompensa en un despacho casi en absoluta oscuridad salvo por las velas (debido a las jaquecas que sufría, según él), al salir comentamos con cierta indiferencia el hecho de haber encontrado un santuario del caos en las alcantarillas, quien negó que se encontrase nada parecido bajo la ciudad.
Aunque sólo lo percibió Otto (y no es que me fíe demasiado de él), los colmillos del señor Teugen eran particularmente largos y afilados, y empezamos a tener la sospecha de que podía ser un vampiro; sus extraños horarios de trabajo también hacían crecer nuestras sospechas, pues sólo andaba por la calle cuando no había amanecido o ya había anochecido, y todo el día lo hacía dentro del ayuntamiento, hasta que se iba a casa. Podría darse el caso de ser un trabajador ejemplar, pero lo teníamos descartado por el fraude del goblin.
Mientras paseábamos por la ciudad pensando qué hacer, noté la presencia de alguien que nos vigilaba, ojos que se clavaban en mi nuca, pero por mucho que mirase no encontré a nadie.
Pasamos cerca del loco anciano que anunciaba el fin de la ciudad, cosa que se reflejaría en la luna, y nos acercamos a él por si nos servía de ayuda para resolver el caso de santuario, ya que hay veces en los que las personas locas son las más conscientes de los oscuros peligros que nos acechan. Pero cuando ya estábamos encima, señalando a Otto y diciendo que tenía la marca de caos (¿por qué será que no me sorprendió?), empezó a correr en dirección al foso.
Lo seguimos hasta el otro lado del río Bögen, y nada más pasar, mientras Otto y Delezar los perseguían, me quedé vigilando por si veía a aquel cuya presencia noté cruzando el río, pero en vez de ver a nadie, sólo sentí como si una ráfaga de viento pasase por donde estaba.
Sin ver a nadie, me reuní con mis compañeros ante la puerta de la cabaña donde entró el viejo, pero al irrumpir en la choza, nos encontramos que el hombre había sido degollado, y que quien lo había hecho ya no estaba ahí; era muy raro que nadie entrase por la ventana sin que Delezar lo viera acercarse.
Inspeccionamos la cabaña en busca de pruebas, y cuando salimos para dirigirnos a la guardia de la ciudad, nos encontró uno de los duelistas de la noche anterior. Le explicamos que no tuvimos nada que ver con la muerte, y tras ello nos dirigió al foso, donde nos esperaba un elfo alto junto al ogro gracias al cual gané algo de dinero apostando.
El elfo se llamaba Aenur, y nos preguntó acerca de nuestras intenciones. Tras hablar de las cosas curiosas que ocurrían en la ciudad, como haber luna llena cuando tocaba menguante, el santuario de las alcantarillas, etc. nos recomendó buscar a la gente que estaba en las alcantarillas, por si vieron algo. Ya que estábamos con alguien que parecía dispuesto a ayudarnos, le preguntamos acerca de la familia de mercaderes más honrada para obtener su ayuda, y nos recomendó hablar con los Ruggbroder, un anciano mercader.
Mientras nos dirigíamos de nuevo a las alcantarillas, en el camino preguntamos a la gente si habían visto a Johannes Teugen por la calle de día para descartar nuestras sospechas de vampirismo, pero al parecer, alguno ya lo hizo; supimos, además, que no hacía mucho desde que Johannes Teugen volvió con su primo Gideon de Nuln, y que desde que murió Karl y Johannes tomó las riendas de la familia, empezó la buena racha para ellos, y la caída de los Ruggbroder.
Llegamos a las alcantarillas y vimos que el armario, velas, pentagrama, etc. del santuario habían sido retirados y limpiado el lugar, y aunque nuestro mago detectó que había magia en una pared nueva que había parecido, no fuimos capaces de atravesarla, y tuvimos que seguir buscando a aquellos que estaban en las alcantarillas, tal y como comentó Aenur.
En un canal bloqueado encontramos el cadáver del pobre enano borracho que días anteriores rescatamos del castigo que le pusieron, con el corazón arrancado; sabiendo que una parte esencial para invocar demonios, rescatamos el cadáver para enseñarlo como prueba de que había alguien que maquinaba algo oscuro.
Tras varias vueltas y un mordisco de una rata, encontramos una puerta cerrada camuflada tras varias enredaderas, y tras tocar la puerta y enseñar el símbolo que Aenur nos dio, accedieron a hablar con nosotros en la posada Las Lanzas Cruzadas, pues ahí desembocaba esa salida; la utilizaban para sus fines los miembros del gremio de ladrones.
Nos contaron lo que habían visto en la zona del santuario, y recibiendo un mapa de las alcantarillas (y así poder librarnos de pagar al barquero cada vez queríamos pasar el río), dejamos pasar otra noche, una noche en la que apareció un rostro en la luna, un presagio que nos puso los pelos de punta, pues significaba que nos estábamos quedando sin tiempo.
Nos reunimos con el mercader Ruggbroder al siguiente día, y le contamos todo lo que sabíamos acerca del Ordo Septenarius y sus intenciones; al no ser el miembro de la organización, se mostró más comprensible con lo que le contamos, pero nos pidió pruebas para poder pedir ayuda al conde. Supimos también que el anciano loco que acababan de asesinar era un gran amigo de Karl Teugen, y que enloqueció cuando murió a causa de una extraña enfermedad; ese mismo día contrajo la misma enfermedad el juez Ritcher, aunque no pudimos sacarle ninguna información debido a su estado.
Ideamos el plan de visitar (en horas cerradas) el ayuntamiento para recaudar pruebas por la noche, y por el día contactó con nosotros un mensajero del consejero Magirius, quien nos invitó a una comida para aclarar la situación, y hablamos con él acerca del Ordo; vimos que los mercaderes que tomaban parte en ello creían que los rituales eran sólo para dar un aire de misticismo al grupo, y no nos creyó cuando le dijimos que la ciudad corría un grave peligro y se despidió de nosotros, aunque aceptó que la orden no era ninguna orden benéfica, si no que velaba por los intereses económicos de los miembros del grupo, a expensas de los que no lo eran.
Por lo tanto, descartando su ayuda, Delezar irrumpió con sigilo en el ayuntamiento mientras los demás vigilábamos (vimos cómo Gideon en persona fue a de la casa de Teugen hasta el ayuntamiento, se reunió con él, y ambos fueron juntos a casa), y logró sustraer un documento en el que hablaba de la muerte del enano borracho; entregándole la carta a Ruggbroder logramos convencerle definitivamente, pero la ayuda que pidió al conde tardaría días en llegar, y no disponíamos del tiempo.
Teníamos la intención de ir a donde encontramos el santuario bajo la casa de los Steinhagger, pero el último día recibimos un nuevo mensaje de Magirius, y nos contó que tenían la intención de hacer el ritual aquella misma noche, en el almacén 13, y que él se echó atrás, pues tenían la intención de sacrificar a un humano, y supo así de las malas intenciones de la orden.
Durante el día nos preparamos para evitar el ritual que iba a llevarse a cabo, y nos llegó un nuevo mensaje de Magirius, pidiendo que nos reuniésemos de nuevo con él; nos abrió la puerta el mayordomo, y cuando entramos en su despacho, encontramos el cadáver del consejero, al mayordomo que en realidad era Gideon transformado desvaneciéndose, y la guardia de la ciudad en camino. Nos tendieron una emboscada para quitarnos de en medio.
A duras penas escapamos yendo por las alcantarillas hasta Las Dos Lanzas, y viendo que Gideon tramaba que los guardias nos capturaran haciendo fechorías con nuestra apariencia, procuramos no acercarnos a donde estaba la gente, y acudimos en busca de Aenur, por si nos podía ayudar. Tuvimos mala suerte, pues por lo que pudimos deducir a duras penas tras hablar con su compañero ogro (que mal pintan los ogros, ¡por Sigmar y Grungni!) se había marchado a Altdorf dejando a su compañero ogro, y tras decirnos que él acudiría a nosotros cuando empezasen “los fuegos”, nos escondimos dentro del almacén 13, hasta que llegó la hora del ritual.
Primero llegó Franz Steinhagger (encantado de conocerle), quien empezó a hacer los preparativos para el ritual; discutimos entre nosotros acerca de si debíamos aprovechar ahora para atacar y evitar el ritual desde el principio, pero como no tuve suficiente apoyo en mi idea, dejamos que llegasen todos los integrantes, y aquel al que iban a sacrificar: el sacerdote de Sigmar, aquel que no nos creyó cuando le hablamos de lo que planeaba el Ordo; otro que se merecía un final como la ciudad, aunque a este también pensamos en salvarle hasta el final.
Tras los preliminares del ritual, Teugen se acercó con un cuchillo al sacerdote de Sigmar con intención de sacrificarlo, momento que Otto utilizó para descargar su mortífero trabuco sobre los miembros del Ordo, matando en el ataque a casi todos los miembros.
Lanzamos los cócteles incendiarios que preparamos para la ocasión, y empezó una cruenta batalla, donde Franz y Johannes demostraron ser poseedores de poderes mágicos, y Gideon ser un demonio que no dudó en atacarnos con su magia, aniquilando casi a Delezar, si no fuese porque la fortuna le sonrió.
Bajé al nivel donde se encontraban Franz y Teugen lanza en ristre, con la intención de detener el ritual, pero antes de poder llegar a donde ellos Franz arrebató el cuchillo a Teugen y se lo clavó, completando el ritual y abriendo un portal del caos en el cuerpo de Teugen, agujero que iba haciéndose más grande tal y como pasaba el tiempo.
Johannes Teugen
Franz fue absorbido por el portal que él mismo invocó, y oímos sus gritos de dolor tal y como era tragado, y cuando un malherido Gideon huyó riendo por el portal, no tuvimos otra opción que la de huir de allí en dirección al ogro al otro lado del Bögen, pues el portal no paraba de crecer y destruir y tragar todo lo que alcanzaba.
Mientras corríamos en una frenética carrera huyendo del portal creciente, empezó a escupir fuego rosa y demonios de su interior, por lo que supimos que era el fuego al que se refería Aenur al hablar con el ogro, y que habría ayuda viniendo hacia nosotros; cuando nos encontramos, nos ordenó seguirle, cosa que hicimos voluntariamente, y lo haríamos involuntariamente por no enfrentarnos a tal ser.
Al estar ya a salvo, pudimos contemplar horrorizados cómo la ciudad desaparecía en un círculo de masa rosa, y de ella salía un ser demoníaco con forma de pájaro. Hay que desaparecer raudo de aquí.
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