Las Cascadas Rugientes
Siguiendo los pasos de Etelka remontasteis rió arriba por el Stir, dejando atrás una vez más la ciudad libre de Kemperbad y adentrándoos en las Colinas Áridas. Entre los ríos rápidos observasteis varias menhires de épocas pasadas hasta encontrar cerca de una orilla un caballo muerto hace ya varios días. En una de las alforjas encontrasteis un mapa muy similar al de la Torre de Observación con el anagrama de la "Corona Roja". El río os lleva hasta las cascadas que unen el Narn con el Stir a través de un sistema de esclusas. Pero antes de proseguir decidisteis descansar en la posada cercana a Unterbaum, el último pueblo antes de viajar a las tierras salvajes que bordea el Narn.
En esta posada conocisteis a Naugrim, un enano matador que sorprendentemente tenía la mascara de las dos caras tatuada en uno de los brazos. Se presento como La Furia y os preguntó por La Espada, es decir, Aenur. Antes de marcharse a descansar os aconsejo visitar al druida de Unterbaum, pues conocía las tierras a las que pensabais ir.
Unterbaum y el Viaje
En el pueblo, el druida del pueblo, Corrobeth os habló de como hace 200 años la propia Morrislieb escupió su materia corruptora hacia el Imperio, cayendo en nuestras tierras como meteoritos. Allá donde impactaron, la tierra marchitó y su influencia ruinosa no tardó en aparecer. Sus antecesores, mucho más numerosos construyeron los menhires para proteger las zonas donde los meteoritos cayeron. A pesar de ello, con el paso del tiempo las Colinas Áridas se convirtieron en un lugar peligroso y lleno de monstruosidades. Al saber esto, decidisteis partir junto al druida, que ya sabía de la presencia de Etelka y os acompaño hasta la Cuenca del Diablo, un cráter creado por uno de los impactos. Mientras descansabais cerca del menhir una extraña presencia apareció.
Se trataba de Brunhilde, un fantasma que os pidió auxilio para descansar en paz. Os contó que 100 años atrás Dagmar, un erudito organizó una expedición a estas tierras para conseguir algún extraño objeto o artefacto y que una vez logrado su objetivo asesino a todos sus compañeros. El fantasma os llevó hasta el lugar donde se encontraban sus huesos pero cuando os disponíais a enterrarlos un grupo de skavens hizo su aparición, preguntando por la "piedra". Detrás de ellos aparecieron la mismisima Etelka, y su ayudante, Ernst Heidelman (aquel chico tímido que regaló un ungüento corruptor a Otto al comenzar esta aventura). Pero las sorpresas aún no habían terminado.
En pleno fragor de combate aparecieron por un lado Dagon, el corruptor, demonio de Nurgle y por otro Naugrim, el enano que conocisteis unos días atrás en las cascadas. Etelka y Dagón fueron aniquilados tras un combate desesperado, al igual que el druida Corrobeath. Ernst logró huir y Naugrim fue detrás de él.
Etelka escondía entre sus ropajes una carta, al igual que Dagon, y también la última llave que necesitabais para abrir la puerta secreta de la Torre del Observatorio.
La carta de Etelka
La carta de Dagon
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